"La aventura, la gran aventura, es contemplar cómo aparece una cosa desconocida cada día delante de tus ojos".

-Henry Cartier-Bresson-

6 abr 2014

Viajes: Argentina (I). Buenos Aires y El Tigre

Argentina siempre había sido uno de mis destinos soñados. La verdad, de estos tengo muchos que todavía no he podido conocer, pero este pasado año se dieron las circunstancias propicias para que pudiera pasarme un mes entero en este enorme país, y no me refiero sólo al tamaño.

Aunque parezca que un mes es muchísimo tiempo, ni de lejos da para conocer en profundidad un país tan vasto como es Argentina. Bien consciente de esto y teniendo claras mis prioridades, presupuesto y las recomendaciones de mi porteña amiga Marian, confeccioné un viaje centrado en cinco destinos o regiones con la idea de disponer del tiempo suficiente para visitarlas sin prisas y, lo que era más importante, poder fotografiarlas a placer.

Volar a Argentina desde España no tiene porqué ser ni complicado ni excesivamente caro, si se buscan los pasajes con suficiente antelación y se tiene una pizca de suerte. En mi caso fue un estupendo vuelo directo Barcelona-Buenos Aires con la compañía de bandera, Aerolíneas Argentinas, pero existen otras posibilidades (con y sin escalas) con Iberia, LAN, Alitalia, KLM o Air France... El tiempo de vuelo, unas 14 horas.

Avenida 9 de Julio y Obelisco.  Buenos Aires (Argentina)
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La capital del país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es una urbe ecléctica y cosmopolita que, dependiendo del barrio, me recuerda a otras grandes ciudades europeas o americanas... tiene un poco de Barcelona en algunas de sus calles, de Madrid en sus castizos cafés... pero también me recuerda a París, Londres y Nueva York. Tiene mucho de Roma, o incluso de Nápoles... si, el tráfico es totalmente italiano, pero por suerte también lo son los helados, cómo? los de acá son mejores!, te dirán allí.  Pero por encima de todo, tiene un carácter propio, forjado a partir de los primeros emigrantes europeos y modelado por el tiempo y la historia.

Aunque tiene una extensión que asusta, orientarse y desplazarse por la ciudad no es difícil e incluso resultaría cómodo si no estuviera siempre tan colapsada. Debe haber como un millón de líneas de autobús, cada una con los colectivos pintados de su color característico, para que sea fácil reconocer cuál es el que hemos de tomar. De hecho, hay algunos que, con sus fileteados, son verdaderas obras de arte.

No me gustan las ciudades grandes, pero me siento cómoda en Buenos Aires. Cómoda pero cauta... algunas de sus calles son un hervidero de rateros y embaucadores. Hay que ir con ojo, no sea caso que nos toque hacer el papel de víctimas... y la verdad, a mi no me apetece. Las precauciones a tomar van desde las más típicas como llevar la mochila por delante y abrir bien los ojos hasta no parar nunca un taxi en la calle, sino llamar a un radiotaxi o a un remise (un auto con conductor, muy populares en las grandes ciudades argentinas). Pero tampoco no hace falta sacar las cosas de madre, con un poco de vista y sentido común, no deberíamos tener problemas.

El Caminito es, con sus casas de colores, una de las calles más pintorescas del barrio de la Boca.
Buenos Aires (Argentina)
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Un tema que me costó pillar, sobretodo al principio, fue el del cambio de divisas. El turista que llega a Argentina con euros o dólares no va a tener ninguna dificultad en cambiarlos por pesos, pero si queremos exprimir al máximo nuestro presupuesto hemos de saber que, aparte del tipo oficial, existe un cambio alternativo de moneda, llamado "blue" (lo que sería el mercado negro de toda la vida).

Como consecuencia de la complicada situación económica que vivió el país hace unos años -recordemos el corralito- los argentinos tienen muchas limitaciones cuando quieren comprar divisas para viajar al extranjero. Oficialmente se les asigna un "cupo" de dólares o euros dependiendo de lo que van a necesitar y de su nivel adquisitivo, pero casi siempre esta cantidad no suele ser suficiente con lo que, si quieren más, se ven forzados a acudir a las "cuevas", nombre que reciben las casas de cambio paralelas, que debido a la gran demanda aplican una tarifa de cambio mucho mayor.

Esta desventaja para los nacionales hace que para el turista resulte muy provechoso cambiar en el mercado negro, ya que también le pagarán mucho más por sus divisas. En mi caso, de darme 8 pesos y algo por cada euro en el mercado ofical, a obtener más de 11 en el paralelo... es una diferencia muy muy notable como para no tenerla en cuenta. Un 37% más!! Y a día de hoy, ya te dan 13! Algunas calles del centro, como la peatonal Florida o la avenida Corrientes están plagadas de oficinas de cambio alternativo o "blue". Al pasear por ahí, el turista se verá "asaltado" por repartidores de flyers y de "ganchos" de estas oficinas para que hagamos la transacción en su local. Mi recomendación: no cambiar nunca en la calle, y a poder ser, acudir a un sitio con recomendación. Aunque estemos dentro de la "alegalidad" (por decirlo suave), las hay mejores, peores y también indeseables.

Tomando unas Quilmes en un bar con solera en la Plaza Dorrego, barrio de San Telmo. Buenos Aires (Argentina)
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Poco a poco me fui adaptando al ritmo de la ciudad y a sus particularidades. He de decir que tuve una cicerone de excepción en mi amiga Marian, a quien nunca podré agradecerle todas las atenciones y la ayuda que me prestó tanto antes como durante el viaje. Y es que conocer una ciudad de la mano de un nativo te da una visión y unos matices que de otra manera te perderías. Una de las primeras cosas que me mostró fueron los parques y jardines de su ciudad, en especial los de Palermo. La primavera austral les daba un aspecto magnífico, aunque según me explicó, las arboledas y jardines de Buenos Aires están diseñadas con distintas especies vegetales para que nunca entren en floración todas a la vez, sino en una sucesión de colores y aromas, que la brisa porteña va esparciendo por toda la ciudad.

Yo soy de las que creo que cada ciudad tiene un aroma particular. Sevilla huele a azahar y a Zotal, Paris huele a croissant y a libro viejo, Londres a refrito, Roma a curas y a velas y Nueva York a metro. Buenos Aires, al menos en primavera, es una extraña mezcla de flores, incienso y monóxido de carbono. No sé cuál debe ser la mejor estación para visitar Argentina... con lo enorme que es el país, siempre habrá sitios de frío y de calor en cualquier época del año, pero me gustan los días sin temperaturas extremas y en primavera se da esa circunstancia y los días son más largos.

Jacarandás en flor en un parque de la Plaza Italia, en el barrio de Palermo. Buenos Aires (Argentina)
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En los días que estuve en Buenos Aires pude pasear y visitar lugares típicos y otros que no lo son tanto. Naturalmente, pasé por la Casa Rosada, por el Congreso, la Catedral Metropolitana, Puerto Madero y me llegué hasta el típico barrio de La Boca. Asimismo, curioseé por los mercadillos de San Telmo y Palermo y tomé un café con leche con medialunas en el típico Café Tortoni donde, según a qué hora, hay que hacer cola para entrar. Pero también ví otra Buenos Aires, quizá más auténtica, quizá menos turística, pero casi más interesante que la otra. Me gustó especialmente la zona del SO-HO, una especie de micro-zona dentro del enorme barrio de Palermo, que se ha puesto de moda con bares y restaurantes de diseño, tiendas de moda y tiendas de siempre, terracitas, heladerías y mucho mucho ambiente en la calle. Fuimos al teatro, pero no vimos nada... se trataba del Teatro Ciego, donde la representación se hacía sin luz alguna, pero que fue una fiesta para los otros cuatro sentidos restantes. También nos sorprendió un concierto en el Sheldon Bar, un local como dicen allá, muy piola! (que vendría a ser algo como muy guay, o cool!)

Quizá la visita más peculiar que realicé en la capital argentina fue al cementerio de la Recoleta. Y no porque no hubiera visitado antes un cementerio (en Alemania y en Praga había estado en sendos cementerios judíos, y el Valle de los Reyes de hecho lo es...) sino por la guía que nos tocó. La visita guiada es gratuita y vale la pena ya que te explican cosas que de otra manera no sabrías... y la mujer era... como decirlo... particular. No sé, no puedo explicarlo, pero sus miradas y su manera de hablar ponían un poco los pelos de punta, si si, muy adecuada para el recinto...

Cementerio de la Recoleta. Buenos Aires (Argentina)
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Por comodidad, y también por seguridad, recorrí Buenos Aires con mi discreta compacta. Es de esas cámaras que engañan, por lo pequeña que es pero también por lo buena que es. Aunque, claro, eso también depende de en qué manos esté... Lo cierto es que a nivel práctico con mi pequeña Lumix tuve suficiente para tomar las fotos que quería. Ah, cierto, para cargar los chismes electrónicos en Argentina se necesita un adaptador de corriente, aunque he de decir que sólo lo utilicé en Buenos Aires ya que en mi viaje por el país, en todos los hoteles y albergues donde me alojé tenían la clavija preparada tanto para sus enchufes como para los míos.

Antiguos sifones de colores, en un mercadillo callejero en San Telmo. Buenos Aires (Argentina)
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Al norte de la capital hay una zona de canales, islas, ríos y pantanos donde confluyen los ríos Paraná y Uruguay formando el estuario del Río de la Plata. Es conocida como el Delta del Tigre, y debe su nombre a los jaguares que antaño abundaban en la zona. Es un auténtico laberinto fluvial, formado por los sedimentos que aún hoy tiñen de marrón el agua por donde una multitud de barcos, veleros y motos de agua navegan durante las jornadas de ocio de los bonaerenses que se lo pueden permitir. Hay mucha afición a la navegación, ¿será porqué los primeros colonos fueron navegantes españoles e italianos? No lo sé, pero un fin de semana cualquiera, el Tigre se convierte en un auténtico festival náutico donde naves de todo tipo llenan el río de estelas y oleajes.

En las islas, mientras tanto, elegantes mansiones y urbanizaciones residenciales comparten vecindad con las pequeñas cabañas de madera típicas de la zona. Por lo que veo, esto es como los Hamptons de Buenos Aires, un lugar donde los porteños con recursos se refugian buscando un poco de tranquilidad lejos del ruido y el frenesí de la gran ciudad. Y razón tienen... el lugar es muy tranquilo.

Malecón de una urbanización del Delta del Tigre. Gran Buenos Aires. (Argentina)
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Me doy cuenta que podría estar escribiendo durante horas sobre Buenos Aires. Y eso que yo no soy de ciudades grandes. Y eso que lo que quería ver de Argentina está lejos de aquí. Y sé que me dejo muchas cosas, pero así es como lo viví yo. Ahora toca hacer el equipaje y salir a recorrer el país. Esto es muy grande, y aunque de buena gana me quedaría en la cubierta del MIRR tomando el sol y dejando que la brisa del río me enrede el pelo, también tengo unas ganas locas de ver más cosas. Chao, Buenos Aires, te veré a la vuelta. Iguazú me espera.


El viaje continúa:
Argentina (II). Iguazú. Donde el Agua es Grande.
Argentina (III). Salta y Jujuy, los colores del Noroeste
Argentina (IV). El Chaltén, montañas imposibles.
Argentina (V). El Calafate. Glaciares increíbles.

2 comentarios:

  1. Que gusto me da leer toda esta descripción de mi ciudad y mi país amiga! Un lujo tu percepción en los relatos e interesante la optica que le das a las cosas que son cotidianas para nosotros. Abrazo porteño!!!!

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  2. Si, aunque la ciudad sea la misma, no son los mismos ojos que la ven. Yo estoy acostumbrada a ciertas cosas, y otras que para vosotros son bien normales para mí fueron toda una novedad. También te sorprendiste cuando te conté que aquí íbamos a buscar setas al bosque, o que se hacían castillos humanos. Es lo bueno que tiene viajar, ves otras cosas y -aunque al principio te sorprendan- te sirve para abrir la mente y para darte cuenta que hay otras formas de vivir. Y eso me encanta!
    Y aunque me haga pesada, repito que fue un lujo contar con tu compañía, no sólo a nivel personal (eso siempre!) sino que tú me hiciste ver cosas que de otra manera quizás me hubieran pasado inadvertidas.
    Espero volver por ahí y volver a pasear por tu ciudad, tomarnos unas Quilmes en algún sitio y reírnos de todo, como hicimos cuando estuve por ahí. Y ya sabes donde tienes tu (otra) casa.

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