Después de pasar unos días en Iguazú, llegar a Salta supuso un cambio radical de color y de ambiente. Del verde más frondoso a los ocres más áridos. De la humedad del agua a la sequedad del polvo. De la selva al desierto. Y todo ello solamente en un par de horas, las que tardó el avión en cubrir el trayecto una vez que pudimos despegar con una hora de retraso por motivos que no llegué a saber... en fin, esto es Argentina.
Era Viernes y me había planificado una semana entera para recorrer las provincias de Salta y Jujuy, las dos situadas en el Noroeste del país, en la frontera con Bolivia y Chile. Lo primero que tenía que hacer era recoger el coche que había alquilado por internet desde España. Siempre con la idea de ahorrar
plata, me había ido a la página de una empresa salteña, Aanymo Rent a Car, y les había convencido de que me rentaran un auto sin usar la tarjeta de crédito (me era mucho más beneficioso pagar en efectivo con el peso "blue"). Pero cuando salí de la terminal y no encontré al contacto de la agencia pensé... ay ay ay... ¿a tí quien te manda alquilar un coche en una compañía que se llama "ánimo"!? Pero no. Aquí en el noroeste todo va a otro ritmo y simplemente el chico llegó con mi coche con un
aceptable retraso de media hora. Nada más.
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Con mi Chevrolet Classic pasando por un puente de camino al Pucará de Tilcara, Jujuy. (Argentina)
Panasonic Lumix DMC-LX3
f5 - 1/1000" - ISO 80 |
Después del papeleo y de comprobar que el auto llevara rueda de repuesto (curioso... toda la gente con quien había hablado me recomendó encarecidamente que comprobara este punto!) me pude poner en marcha en dirección al norte. Primero Jujuy, luego ya volvería hacia Salta. La primera parada la hice en el aeropuerto de Jujuy, donde debía recoger a mi amiga Marian, que se las había arreglado para venir a pasar el fin de semana conmigo. Lo que me pasó en ese aeropuerto creo que no tengo espacio suficiente para contarlo aqui... pero voy a intentarlo de manera esquemática...
Tormenta de arena. Aeropuerto cerrado. Nadie, repito NADIE en toda la terminal. Ni una sola pantalla donde ver si el vuelo de Marian llegaba con retraso, o si simplemente llegaba. En un lateral de la pista, un viejo avión abandonado. Ningún punto con wi-fi operativo y lo que es peor... el bar cerrado!!! Ahhhhh!!! No podía hacer otra cosa que esperar... Este aeropuerto, aunque en la entrada ponga que es "Internacional", sólo se abre cuando llegan vuelos... Y hasta una hora antes de la llegada del vuelo que venía de Buenos Aires no empezó a llegar alguien y se abrieron tanto el bar como las tres tiendas de recuerdos... Al final, con 3 horas de retraso sobre el horario previsto, llegó el 737 de Aerolíneas que traía a Marian y por fin pudimos poner rumbo hacia Purmamarca.
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Vicuña en la Puna, entre la cuesta de Lipán y las Salinas Grandes, Jujuy. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 70-300 f4,5-5,6 DL Macro
f9 - 1/250" - ISO 100 |
El Noroeste argentino es un territorio lleno de atractivos, pero estos quedan eclipsados a nivel internacional por los grandes activos turísticos del país, las cataratas del Iguazú y los glaciares de la Patagonia. Supongo que será por eso que lo que abunda en este lugar es el turismo interior. Dedicamos el fin de semana a recorrer la Puna -el altiplano pre-andino- y empezamos por las Salinas Grandes. Para llegar ahí desde Purmamarca hay que pasar por la Cuesta de Lipán, un puerto de montaña cuyo techo se sitúa a 4.170 metros sobre el nivel del mar,
casi ná para nuestro pequeño Chevy. Obviamente, bajamos y nos hicimos algunas fotos. Hasta el momento, es el punto a más altitud donde he estado.
Bajando por la otra vertiente pudimos ver lo que creíamos llamas, pero resultaron ser vicuñas. Luego nos enteramos que las llamas son domésticas y las vicuñas salvajes. Al final llegamos a las Salinas Grandes, una enorme extensión de sal que aún sigue en activo, pero por donde se puede pasear sin problema hasta las antiguas
piletas de extracción, y nos hicimos unas fotos muy divertidas saltando como locas.
Cerca de ahí, un polvoriento cartel rezaba "Restaurante a 12 km". Decidimos seguirlo y en un rato estábamos comiendo
llama a la parrilla en una aldea llamada Santuario de Tres Pozos. Todo el pueblo era del mismo color, casas y tierra de adobe. Los niños nos miraban como si hubieran visto marcianos y nuestro coche era el único que vimos por allí, aunque me hicieron cambiarlo de sitio porque según algún
apunado, podía entorpecer la salida de vehículos...
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Piletas de extracción en las Salinas Grandes, Jujuy. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 24-70 f2,8 DG HSM
f18 - 1/100" - ISO 100 |
Ya de regreso a Purmamarca, dedicamos lo que nos quedaba de tarde a caminar por el Paseo de los Colorados, un recorrido circular de unos 3 km. con interesantes formaciones rocosas y a admirar el Cerro de los Siete Colores, la rareza geológica que da vida a este pueblo. Me estaba gustando el Noroeste, así como su particular gastronomía. Durante la semana que pasé por ahí probé platos típicos como las empanadas salteñas, los tamales, las humitas en chala, el choclo y la quinoa. Y es que viajar no sólo es ver y fotografiar... también es probar lo típico de cada sitio, verdad?
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Cerro de los Siete Colores. Purmamarca, Jujuy. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 24-70 f2,8 DG HSM
f4,5 - 1/80" - ISO 100 |
Al día siguiente seguimos ruta por la Quebrada de Humahuaca, un gran surco natural que, como una cicatriz, recorre Jujuy de norte a sur y que desde tiempos inmemoriales ha servido de vía de comunicación entre la puna y el valle. Conduciendo por sus carreteras seguíamos encontrándonos estampas de la Argentina más étnica y rural, flanqueadas por los grandiosos paisajes en tonos marrones y ocres y por aislados caseríos o pueblecitos con más o menos encanto como Humahuaca, Uquía o Tilcara.
Fue en este último pueblo donde paramos a reponer fuerzas y nos atrevimos con nuestra primera
pista de ripio, un angosto camino de cornisa que en poco más de media hora nos llevó hasta un cañón con una pequeña cascada. Curiosamente, se llamaba la Garganta del Diablo, aunque he de decir que la de Iguazú llevaba muchísima más agua. Aún así, descendimos por el fondo del desfiladero y disfrutamos de la tranquilidad del lugar. De verdad que es muy curioso esto de los nombres... al día siguente me volvería a encontrar con otra Garganta del Diablo... esta vez en la Quebrada de las Conchas, en Salta. Será que el diablo es un poco como Dios... que está en todas partes?
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Los colores del Noroeste. Colinas en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 24-70 f2,8 DG HSM
f13 - 1/80" - ISO 100 |
Antes de dejar a Marian en el aeropuerto -lamentablemente el fin de semana tocaba a su fin- me dio un valioso consejo. "No esperes a necesitarlo para llenar el tanque de combustible, es mucho mejor que cargues
nafta en cuanto te quede más o menos medio depósito. En esta parte del país nunca se sabe cuándo va a haber gasolina." Pues vale, así lo haré, y la verdad es que no iba a hacer falta que pasaran muchos días para comprender el porqué de esta precaución...
Así pues, seguí ruta en dirección sur y bordeando el embalse de Las Maderas volví a la provincia de Salta. Aún me quedaban bastantes kilómetros de carretera de cornisa, angosta y sinuosa pero al menos asfaltada, hasta llegar a La Caldera, donde tenía previsto pasar la noche. De camino me paró un control policial, muy numerosos en el país. En ese momento soy consciente de que no tengo el contrato de alquiler del auto (creo que lo perdí o que no me lo llegaron a dar, no sé...) así que me anticipo y les pregunto si voy bien para La Caldera. Claro que voy bien... lo sabré yo!, pero mi táctica de
niña buena funciona y los amables policías se limitan a indicarme y a desearme buen viaje y que
maneje con precaución. Tampoco creo que hubiera pasado nada, pero a veces se pueden poner un poco pesaditos con los papeles...
A la mañana siguiente vuelvo a la carretera y voy bajando en dirección sur. Paso de largo Salta (a la capital le tengo reservado el último día) y tomo la ruta 68 en dirección a Cafayate. Aún tengo por delante unas horas de conducción antes del que será el gran atractivo del día, la Quebrada de las Conchas y me voy fijando en los pequeños santuarios que voy encontrando a mi paso, dedicados al
Gauchito Gil. Se cuenta que Antonio Mamerto Gil Nuñez era un gaucho que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, y que al final fue apresado y degollado debajo de un árbol. De ahí vendrá (digo yo) el color rojo sangre que adorna las pequeñas capillitas situadas casi siempre a pie de carretera.
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Capilla en honor al Gauchito Gil. Carretera de La Caldera a Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 24-70 f2,8 DG HSM
f8 - 1/60" - ISO 100 |
A primera hora de la tarde llegué a la Quebrada de las Conchas, también conocida como la Quebrada de Cafayate. Quizá menos espectacular que la de Humahuaca, pero no por eso menos interesante, está atravesada por el río de las Conchas y por la ruta nacional 68. Los grandes atractivos de esta zona son sus extrañas formaciones rocosas con nombres tan evocadores como La Garganta del Diablo (si, otra vez), el Anfiteatro, el Fraile, el Obelisco, las Ventanas, los Castillos...
No sé cuánto tardé en atravesarla, puesto que a cada poco tenía que parar a hacer fotos y a explorar los lugares que me iban marcando tanto mi guía como las propias señales de la reserva, ya que también es una área protegida. En especial, me gustaron la Garganta del Diablo y el Anfiteatro, impresionantes surcos en la roca erosionados hace miles de años por la acción del agua.
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El Anfiteatro, una chimenea natural en la Quebrada de las Conchas, Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 24-70 f2,8 DG HSM
f11 - 1/30" - ISO 100 |
Después de una tarde intensa, arribé por fin a Cafayate, una tranquila población situada en plena Ruta del Vino y la más importante del circuito turístico de los Valles Calchaquíes. Tengo dos noches contratadas en un económico albergue del pueblo y nada más llegar me sorprende ver a unos burros sueltos paseando tranquilamente por la calle. A estas alturas sé que nada debería sorprenderme... ya he visto muchos animales sueltos por ahí, pero es la primera vez que veo burros yendo a su aire por un pueblo... en fin...
El centro de la población, como es habitual, se aglutina en torno a su plaza principal, con la iglesia de estilo colonial y muchos bares y restaurantes donde parar a descansar y probar lo más típico de la zona: el estupendo vino blanco
torrontés. La verdad, era una delicia esperar a que fuera la hora de cenar sin más quehacer que observar el ir y venir de la gente y aprovechar la conexión wi-fi de cualquiera de los bares para conectarme al mundo exterior y recibir noticias de casa. Además, también me diviertía pensar que en pleno noviembre yo iba en manga corta mientras que allí en casa ya se estarían pelando de frío.
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Una herrumbrosa camioneta en una calle de Cafayate, Salta. (Argentina)
Panasonic Lumix DMC - LX3
f4,5 - 1/800" - ISO 80 |
Al día siguiente llegó mi primer contratiempo -meteorológico, eso si- del viaje. Tenía pensado llegarme hasta Tafí del Valle, pero la lluvia, la niebla y el frío se dieron cita en el paso del Infiernillo (pues hizo honor a su nombre), y en lugar de lo previsto me dí la vuelta y visité las ruinas de Quilmes, uno de los yacimientos arqueológicos pre-colombinos mejor conservados de Argentina, y que además, da nombre a la cerveza más conocida del pais! No me preocupé en exceso, llevaba ya algunos días por la zona y casi dos semanas en el país, así que quizá ya tocaba un día malo. Ah, también aproveché para llenar el tanque de combustible, aunque para hacerlo tuve que ir hasta Amaicha, a 60 km de Cafayate, ya que en la gasolinera del pueblo llevaban días sin nafta. Bien por tu consejo, Marian! Y bien por mí, por seguirlo, que carajo.
Y es que para lo que me esperaba, quería partir con el depósito lleno. Tenía muchas ganas de subir hasta la pequeña pero adorable población de Cachi, y para eso no había otra que conducir unos 150 km por la polvorienta Ruta 40, la carretera Panamericana que recorre todo el continente de norte a sur. Aunque en muchos tramos ya está asfaltada, todo lo que me quedaba por delante era puro ripio. Descubrí que hay muchos tipos de ripio: El ripio duro, el pedregoso, el arenoso, el bacheado y el más bacheado... incluso el ripio fangoso, restos de las lluvias del día anterior en alguna parte un poco más sombría. Mientras iba ganándole kilómetros a la carretera mi coche iba cambiando de color (de gris metalizado a marrón polvoriento) y yo iba adoptando los hábitos de conducción argentinos, esto es, sin luces y sin cinturón (ambos son obligatorios en todo el país, aunque por aquí casi nadie los cumple).
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Quebrada de las Flechas. Ruta Nacional 40 entre Cafayate y Cachi, Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 24-70 f2,8 DG HSM
f10 - 1/125" - ISO 100 |
Aunque llegué a odiar y a maldecir a los pequeños pero constantes baches de la pista, he de decir que disfruté como una enana
manejando por la Ruta 40 y admirando los paisajes, áridos pero estremecedores, que me iba encontrando a mi paso. La distancia a recorrer no era mucha pero la velocidad tampoco lo era, así que al mediodía paré en el pequeño pueblo de Molinos para descansar, estirar las piernas y comer algo. Una bonita iglesia y un coqueto museo en la casa natal de Indalecio Gómez -fue ministro del interior en 1912- son los únicos reclamos de la población, aparte del polvo y la soledad. He de decir que es una delícia que aún queden lugares tan auténticos y tan alejados del turismo de masas!
Después de comer algo en "Los 3 Chinos", un indescriptible local con los manteles de hule y con más moscas dentro que fuera, seguí ruta hacia Cachi a donde llegué bien entrada la tarde con las cuatro ruedas de mi
Classic increíblemente intactas! Y al llegar aquí he de hacer un inciso para recomendaros que, si alguna vez visitáis Cachi, os alojéis en la
Hostería Villa Cardón. Una antigua casa del siglo XVII totalmente reformada con gusto, limpia a rabiar, tranquila y con unos propietarios amabilísimos que se desvivieron por hacer mi estancia de lo más agradable. Fue, sin duda, el mejor alojamiento de toda la semana!
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Trabajadores del campo volviendo a Cachi después de su jornada laboral. Cachi, Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 70-300 f4,5-5,6 DL Macro
f6,3 - 1/200" - ISO 400 |
Cachi es una pequeña población de unos 2.000 habitantes situada a los pies del Nevado del Cachi, de 6380 metros. Si tuviera que definirla con una sola palabra, sería "agradable". Si pudiera usar más, diría tranquila, relajada, rural, auténtica, blanca. Ubicada lejos de todo, o como dicen los argentinos "
en la loma del orto", goza de un clima ideal durante buena parte del año, lo que hace prosperar los campos de cultivo (sobretodo pimientos, viñedos, legumbres y maíz) situados más al interior, en lo que ellos llaman Cachi adentro.
Lo reconozco, soy más de campo que las amapolas, siempre prefiero una tranquila aldea que una gran ciudad, quizá por eso me sentí tan a gusto en Cachi. Apunto el lugar para volver en otra ocasión, quizá a finales de algún verano para poder ver (y fotografiar) los pimientos secándose al sol, pero la próxima vez me quedaré más días.
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El Cementerio entre las Nubes. Cachi, Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 70-300 f4,5-5,6 DL Macro
f8 - 1/250" - ISO 400 |
La semana estaba transcurriendo muy rápido, pero antes de llegar a Salta aún me quedaba otro día de conducción por los Valles Calchaquíes, en el cual iba a atravesar el Parque Nacional Los Cardones y bajar por la Cuesta del Obispo. Afortunadamente (o no, según se mire) la mayor parte de la ruta de ese día iba a ser asfaltada.
El Parque Nacional Los Cardones es uno de los más jóvenes de Argentina. Creado en 1996, acoge en sus más de 64.000 Ha. a varias especies vegetales, la más característica de las cuales es el cactus Cardón -parecida a los
Saguaro que ví ya hace unos años en Arizona- y los protege de la tala indiscriminada para convertirlos en muebles o artesanía. El parque, situado a una altitud media de 3.000 metros no cuenta con casi ninguna infraestructura para los visitantes -así que toca llevar agua y comida- pero esto hace que se pueda visitar sin pagar entrada y en completa soledad. Lo que fuera una parte del antiguo Camino del Inca (hoy en día la Ruta Provincial 33) atraviesa la reserva y durante 19 km lo hace en una recta perfecta, llamada la
Recta del Tin-Tin.
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El P.N. Los Cardones protege a miles de cactus de esta especie, al pie del Cerro Negro.
P.N. Los Cardones, Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 70-300 f4,5-5,6 DL Macro
f9 - 1/200" - ISO 200 |
Tocaba ir bajando hacia Salta, y no había otra manera de hacerlo que descender por la Cuesta del Obispo, un empinado puerto de montaña (en su punto más alto llega a los 3.348 metros) medio asfaltado y medio de ripio y con 20 km de curvas y grandiosas vistas. Pero antes de abandonar definitivamente los Valles Calchaquíes quería desviarme para satisfacer mi curiosidad, ya que un nombre en el mapa había llamado mi atención: El Valle Encantado.
Así pues me interné por una abrupta pista de ripio -a esas alturas, mi coche ya podía con todo- y descendí hasta encontrarme con unas interesantes formaciones rocosas, algunas lagunas de alta montaña y una cuña de
yungas. El Valle Encantado forma un ecosistema propio rodeado de la aridez más extrema de la puna salteña. De regreso, sorprendí a una pareja de
Cauquenes en pleno cortejo nupcial, y es que la primavera cada vez estaba más avanzada en la región y ya se sabe, la primavera la sangre altera.
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Cauquén Guayata (Oca de los Andes) macho llamando la atención de la hembra.
Valle Encantado, P.N. Los Cardones, Salta. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 70-300 f4,5-5,6 DL Macro
f6,3 - 1/500" - ISO 200 |
Llegué a Salta sobre media tarde. Después de la tranquilidad -y en algunos lugares, soledad- de los Valles Calchaquíes, la capital de la provincia me pareció demasiado llena de gente. Demasiados coches. Demasiado ruido. Esa noche había dormido viendo las estrellas (mi habitación en la hostería de Cachi tenía una claraboya justo encima de la cama) y ahora estaba en medio de una atestada calle peatonal de camino a la Plaza 9 de Julio, lo que a decir verdad me incomodaba bastante.
Quizá por eso, y también porque me lo habían recomendado, después de dar una vuelta por la Catedral y por la iglesia de San Francisco me decidí a visitar el
MAAM, el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, donde se exponen de manera magnífica las momias y los ajuares funerarios de tres niños incas hallados en Marzo de 1999 en la nevada cumbre del volcán Llullaillaco, a 6.739 metros sobre el nivel del mar. El Niño, la Doncella y la Niña del Rayo se exponen alternativamente (nunca los tres a la vez) en una sala debidamente acondicionada y con todo el respeto posible. Con carteles explicativos y varios audiovisuales se explica la ceremonia que supuso un gran honor para ellos, pero que ha llegado a nuestros días como una desgarradora historia que, creedme, me puso el vello de punta.
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Catedral neoclásica de Salta. (Argentina)
Panasonic Lumix DMC-LX3
f4 - 1/800 - ISO 80 |
Ya de regreso al sol de la plaza, me tomo un café con leche en una terracita mientras me repongo del frío que llevo en el cuerpo y pienso en las malogradas historias de los tres niños incas. También aprovecho para hacer balance de mi semana por el Noroeste. En una palabra, y como dicen aquí, "
bárbara!" ¡Qué paisajes y que riquezas
escondidas tiene este país! Cuanto más veo, más ganas tengo de ver. Es bien cierto que viajar tiene eso, es como beber pero no quedar saciada. Como un virus que, en cuanto te pica, ya no tiene cura.
Mañana regreso a Buenos Aires. Es sólo una parada "técnica" en mi camino hacia la Patagonia, una escala que aprovecharé para estar un par de días con Marian e intentar explicarle mis impresiones y aventuras en el Noroeste, hacer una colada y cambiar en la maleta la ropa de verano por la de frío. El sur me espera. Y ya tengo ganas de estar allí.
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