"La aventura, la gran aventura, es contemplar cómo aparece una cosa desconocida cada día delante de tus ojos".

-Henry Cartier-Bresson-

10 jun 2019

Preparando el viaje

Uno de mis párrafos favoritos de uno de mis libros favoritos dice así... "Es muy peligroso, Frodo, cruzar la puerta. Vas hacia el Camino y si no cuidas tus pasos no sabes hacia dónde te arrastrarán." Obviamente éste es un fragmento del Señor de los Anillos, justo antes de que Frodo empiece su gran viaje, su gran aventura... pero la verdad es que cada vez que cruzo la puerta de mi casa para irme de viaje pienso en estas palabras.


Peregrinos en el Camino. En algún lugar de Navarra.
Panasonic LUMIX DMC-LX3
f6,3 - 1/125" - ISO 80

Aún así, alguien dijo que el viaje empieza mucho antes de cruzar la puerta, el viaje empieza con una idea, a veces es simplemente una imagen vista en algún sitio, un artículo de alguna revista o incluso una sugerencia de facebook. Lo cierto es que un plan de viaje va tomando forma en la cabeza casi sin darme cuenta y poco a poco este plan se va materializando con la preparación del mismo. Y un día llega el momento de cruzar esa puerta y cuidar tus pasos, porque es bien cierto que nunca sabes del cierto hacia dónde pueden arrastrarte.

En fin... no puedo decir que disfrute tanto cuando preparo un viaje que cuando realmente me voy, pero casi. Las semanas (o meses) anteriores a un viaje son el momento para planificar muchas cosas, a dónde ir, cuando es la mejor época, qué visitar, qué llevar...

En mi caso los preparativos también incluyen el tener en cuanta todas las variables fotográficas que puedan surgir... qué equipo me llevo, cuál es la mejor hora para hacer las fotos que tengo en mente, por dónde vendrá el sol o que accesorios voy a necesitar. A parte, habrá que pensar también en otros temas quizá más prosaicos pero a veces imprescindibles, como si necesitaremos tramitar algún permiso para plantar el trípode, si hay o no alojamiento cerca de nuestro destino o qué adaptador será necesario para cargar las baterías de la cámara...

Pues si... aunque pueda parecer poco "romántico" una de las mejores armas del fotógrafo de viajes es la investigación y planificación previa a la partida, sobretodo si visitamos un destino que no conocemos con anterioridad. Así pues, y como puede que nos sea difícil volver por ahí, hay que tener en cuenta muchas variables si queremos que nuestro viaje fotográfico nos sea productivo.

Captura de pantalla del planning general de mi último
viaje a Argentina, de un mes de duración.

Así pues, una vez tengo claro el destino y los días disponibles, me hago un primer planning o borrador de la ruta, incluyendo todos los datos digamos "logísticos" que voy a necesitar (vuelos, alojamientos, transfers, alquiler de coches...)

Con una sencilla tabla excel tengo a la vista todo el viaje, los días que tengo previsto estar en uno u otro sitio y la logística necesaria para aprovechar plenamente el tiempo.

Naturalmente, y conforme van pasando los días, la tabla se va modificando, añadiendo datos o quitando cosas, confirmando horarios o cambiando variables, dependiendo de factores como horarios de vuelos, presupuesto o cierres por días festivos en destino. Todo lo que se pueda prever, es bueno tenerlo en cuenta.


Un imprevisto en Egipto... pequeño incendio en el compartimento
del motor del autobús que nos llevaba al Valle de los Reyes.
Naturalmente, cuando ya estás en destino pueden suceder muchas cosas imprevistas (recuerdo, por ejemplo, una huelga de ferries en Escocia, la avería de un autobús en Egipto o el cierre total de los trenes con destino al aeropuerto de Southend por causa de un atropello mortal en Londres), por lo que otra de las actitudes que debe tener un fotógrafo viajero es la adaptación y la improvisación.

Es bueno contar con un plan B por si las cosas se tuercen cuando estemos lejos de casa, o simplemente porque hayamos previsto dedicar 4 días a un destino y al segundo día tengamos ya las fotos que queríamos... En este caso, saber de qué opciones disponemos puede facilitarnos el aprovechamiento de esos días "extra".


Libros y revistas sobre Egipto,
uno de mis primeros viajes.
Otro de los hábitos que sigo cuando estoy preparando un viaje (y más si la razón del mismo es hacer fotografías) es informarme bien de lo que voy a ver. Y concretamente me refiero a recabar información histórica, cultural o antropológica del destino. Para esto, leo todo lo que encuentro sobre el tema ya sea en revistas, libros o en internet.

Me gusta saber lo que fotografío, qué significa ese determinado símbolo que aparece por todos lados, qué sentido tiene una celebración concreta para los locales o porqué las cosas son así en ese país. Todo esto me ayuda a comprender el país o la región que visito, qué tipo de fotos voy a hacer y cómo enfocaré el tema.

A su vez, también puedo ver fotos del destino y cómo las han planteado otros fotógrafos, coger ideas e ir formándome una composición de cómo lo plantearé yo, aunque luego pueda cambiarla depende de lo que me encuentre cuando esté sobre el terreno.


Quizá la cuestión que me quitaba más el sueño antes de emprender un viaje era decidir qué equipo llevar y qué dejar en casa. Indudablemente no es lo mismo una escapada de fin de semana a una capital europea, que pasarnos un mes en Argentina o hacer el Camino de Santiago. Cada viaje tiene sus particularidades y aunque yo suelo viajar con un equipo más o menos fijo, siempre me llevo o dejo algo en función de qué tipo de viaje voy a realizar.

Salvo contadas ocasiones (el Camino de Santiago fue una de ellas) suelo viajar con un par de cámaras (una réflex y una compacta) con dos baterías cada una y sus respectivos cargadores y tarjetas de memoria. En cuanto a cristalería, me llevo mi 28-70 como óptica base, un teleobjetivo 70-200 o 70-300 para tomas cerradas y un gran angular. Nunca me olvido del filtro polarizador, del cable disparador y de una gamuza especial para limpiar objetivos.

Cueva de Hielo. PN Vatnajökull, Islandia
Nikon D800 - Sigma 24-70 mm. f2,8 IF EX DG
f6,3 - 2,5" - ISO 400
Trípode y cable disparador
Otra de las cosas que acostumbro a llevarme es un trípode, muchas veces desmontado dentro de la maleta. Las veces que no me lo he llevado, lo he echado de menos. Ya sea para fotografiar cascadas en modo lento, fotografía nocturna o incluso dentro de una cueva de hielo siempre le encontraréis utilidad.

Si voy a estar muchos días fuera, me llevo un disco duro externo para volcar las fotos o a veces incluso un pequeño portátil. Ah, y últimamente siempre echo a la mochila una linterna frontal, muy útil en los albergues y para regresar de alguna que otra localización después de una espectacular puesta de sol o para preparar el equipo en plena oscuridad al fotografiar estrellas o auroras boreales.

En la mochila, y junto con todos los chismes fotográficos, meto copia de las facturas (la verdad es que nunca me las han pedido, pero nunca se sabe) y la tarjeta con el teléfono de contacto de la compañía aseguradora lo llevo a buen recaudo en la cartera o en una riñonera interior, donde suelo guardar el dinero y el pasaporte. Si, desde ya hace algún tiempo y gracias a la impecable actuación en su día de los amigos de lo ajeno, llevo el material asegurado.

Y poco más, sólo decir que una buena preparación previa seguro que influirá positivamente en los resultados de nuestras fotografías, pero tampoco debemos perder la magia inherente del viaje, el descubrir cosas nuevas y sorprendernos por pequeños detalles. Abrid los ojos, estad atentos a las oportunidades fotográficas, sentid el país, sus colores, sus olores, sus sabores... Hay muchas formas de viajar, y a su vez hay muchas formas de fotografiar. Escoged la vuestra, con la que os sintáis más cómodos y disfrutad del viaje. Creo que precisamente eso es la vida, disfrutar del viaje.


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