"La aventura, la gran aventura, es contemplar cómo aparece una cosa desconocida cada día delante de tus ojos".

-Henry Cartier-Bresson-

6 ene 2015

Así la hice: Un rayo de luz

La foto que os voy a comentar hoy es, sin duda, una de mis preferidas. Y en realidad se trata de una foto muy simple, tomada a pulso con mi viejo y sencillo teleobjetivo Sigma 70-300 (que por su precio, está al alcance de todos) y hecha desde las pasarelas de observación del Perito Moreno, donde cada día se agolpan centenares de turistas para ver y oír ese increíble espectáculo de la naturaleza que son los glaciares.
Su secreto? La luz, y la forma de medirla.

Pared norte del glaciar Perito Moreno. P.N. Los Glaciares, Santa Cruz. (Argentina)
Nikon D800 - Sigma 70-300 DL Macro
f9 - 1/640" - ISO 100

La foto la tomé durante un fantástico viaje de un mes que realicé en 2013 por la maravillosa y sorprendente geografía argentina (podéis leer la crónica completa del viaje en cinco posts que os linko al final). Sin duda, uno de los platos fuertes del viaje fue la visita al Parque Nacional Los Glaciares, en la Patagonia, para poder ver su "joya de la corona": el glaciar Perito Moreno.

El día era nublado, y en un primer momento me pareció perfecto para hacer fotografías, pero pronto vi que las fotos que iba tomando salían demasiado suaves, pastosas, sin vida. Quizá genial para hacer retratos o macro, pero yo quería un poco más de profundidad. Necesitaba un poco de luz que iluminara las distintas vetas azuladas del glaciar, e hiciera brillar un poco el hielo. Me pasé la mañana deambulando por las pasarelas, escuchando anonadada los quejidos y crujidos del glaciar y viendo las roturas que se iban produciendo aquí y allá, pero bien atenta a los posibles cambios de luz, por sutiles que fueran, para poder aprovecharlos.

Mientras esperaba a que las condiciones de luz fueran óptimas,
me entretuve haciendo fotos. Cómo si no?

Mientras esperaba, me dediqué a pensar y a configurar la cámara de manera que pudiera sacar el mejor partido a un fugaz cambio de iluminación. Decidí que mediría la luz de manera puntual en el lugar más iluminado de la escena, así me aseguraba que el hielo no quedaría sobre expuesto, a la vez que oscurecía casi por completo el fondo, simplificando así la imagen. Al simplificar tanto, ésta resulta mucho más impactante, ya que el cerebro del espectador tarda mucho menos en procesarla.


En cuanto a parámetros técnicos, me siento muy cómoda trabajando con los modos de disparo semiautomáticos, esto es la prioridad a la apertura (A) o a la velocidad (S). En este caso, disparé con el modo A, fijando un diafragma moderado de f9. La cámara se encargaría de seleccionar la velocidad, y si acaso, podría corregir la exposición usando el compensador de exposición (+/-). Como el motivo principal era muy claro, supuse que no tendría problemas de trepidación con la velocidad escogida por la cámara, así que dejé la ISO en 100.

Al fin, mientras contemplaba la pared norte, un fugaz rayo de luz traspasó las nubes y la iluminó por unos breves instantes. Eso era precisamente lo que quería! Me dio tiempo a hacer tres fotos, la primera con los parámetros arriba indicados, mientras que en la segunda y tercera corregí un poco la exposición, oscureciendo un tercio la toma con el compensador (-0,3).

Y poco más, una vez en casa, en la interminable tarea de visionado y edición post-viaje, me quedé con ésta ya que me gustó el encuadre marcadamente por tercios, la sub-exposición casi total del fondo, la viveza del hielo y el color del agua. Creo que la foto funciona muy bien, y todo es debido a esperar un poco a que se dieran las condiciones de iluminación adecuadas. ¿Que podía haber esperado todo el día sin que saliera ningún rayo de luz? Pues claro... de hecho, eso pasa muchas veces, pero en esta ocasión mi paciencia dio sus frutos.


Si os apetece leer los posts completos sobre mi viaje a Argentina, podéis hacerlo clicando en los siguientes enlaces:

Argentina (I). Buenos Aires y el Tigre
Argentina (II). Iguazú, donde el Agua es Grande.
Argentina (III). Salta y Jujuy, los colores del noroeste.
Argentina (IV). El Chaltén, montañas imposibles
Argentina (V). El Calafate, glaciares increíbles


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